1975 Asambleas Capítulo I (2)

2. EL “ENEMIGO” DE NUESTRA VIDA”
Pero, si bien sabemos que con Cristo todo lo podremos porque “si Él está por nosotros nada ni nadie podrá contra nosotros” (Rom 8, 31) tenemos que ser concientes que los mismos enemigos que mataron a Jesús en la Cruz pretenderán matarlo en nosotros para que no sigamos sus huellas.
Enemigos de adentro y de afuera. Recordemos que el señor nos advierte que "si a mí me persiguieron también los perseguirán a Uds.", (Jn 15,20) y "que junto al trigo crece la ceniza" (Mt 13, 24-30).
El enemigo es el mismo que tentó a Jesús en el desierto para apartarlo de la misión para EL Cual vino a este mundo; el que lo llevó al dolor de gotas sudorosas de sangre en el Huerto de los Olivos cuando cumpliendo la "voluntad del Padre" debía consumar el acto más perfecto de amor al entregar su vida por la salvación de la humanidad.
El enemigo se nos mete dentro a través del corazón, de cavileos infecundos que él nos los hace sentir como "reflexiones profundas". Cavileos que cuando los detectamos los encontramos llenos de orgullo y amor propio que nos pretenden envenenar. En la cerrazón se enciende nuestra soberbia que nos hace sentir auto suficientes, sin necesidad de ayuda, como mirando por encima a los demás. "Y de la soberbia se siguen todos los males, y de la Carne y del espíritu" (EE 142).
El enemigo viene de AFUERA a través de la vergüenza y el "qué dirán". Nos hace avergonzar de lo que nunca tendríamos que avergorzarnos. Y nos dé coraje para no avergonzarnos de lo realmente vergonzante. Nos pone temerosos para seguir avanzando en el camino de Jesús. Nos pone obstáculos. Nos hace sentir inseguros. Nos alienta a asegurarnos en lo que no vale: el prestigio, el dinero, 1a pinta, el quedar bien. Haciéndonos olvidar de aquello que nos enseñé Jesús en el Evangelio: "¿De qué nos vale ganar todo el mundo si al fin perdemos nuestra vida? Aquel que guarda su vida para sí la perderá y el que la entregue por sus hermanos la ganará" (Lc 9, 24-25).