
En 1535 Ignacio regresó a su tierra natal para atender su quebrantada salud y resarcir, con el testimonio de su vida y su trabajo apostólico, los malos ejemplos que dio en su juventud.
Después de unos meses partió para Venecia donde encontraría a los otros seis compañeros. Allí durante un año dio los Ejercicios Espirituales y estudió teología.
En enero de 1537 llegó el grupo con tres compañeros más. Los diez amigos en el Señor esperaban la salida a Tierra Santa, mientras atendían pobres y enfermos, y a los seis meses fueron ordenados sacerdotes. Debido a las tensiones con los turcos no pudo salir ninguna nave de peregrinos hacia Tierra Santa, así que durante la espera se dispersaron por las ciudades cercanas.
Como la peregrinación se volvió imposible los compañeros acordaron posponerla un año, y en caso de que tampoco pudiera realizarse, entraría en vigor la cláusula que se refería al Papa, contenida en los votos de Montmartre, por la que deberían someter su trabajo a los planes del Papa.
Estuvieron un tiempo en Vicenza dedicados a deliberar y hacer oración y les pareció que lo más prudente y acorde con la voluntad de Dios era dedicar los siguientes meses a servir a los demás en las grandes ciudades del norte de Italia.
En aquellos días que pasaron juntos en Vicenza pensaban ya en formar un grupo cuyo nombre les parecía que podía ser Compañía de Jesús; porque no reconocían más guía que a Jesucristo, a quien anhelaban servir, única y exclusivamente. Deseaban servir al prójimo y dedicarse por entero a ayudarle en todos sus problemas y necesidades, para que de ese modo se hiciera patente el amor de Dios a los hombres.
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